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martes, 4 de diciembre de 2012

Libre




Tan pronto como le vio salir del ascensor con su cara de no reconocer la insatisfacción, empujó el cochecito y le entregó al bebé en el mismo portal, sin ir más lejos. Luego dio media vuelta y se alejó sin decir nada. No quiso volver la vista atrás. Le dolería demasiado. 

-Me ratifico- pensó –Ahora más que nunca. Prefiero ser puta feliz que beata triste. Quiero que me follen si quiero. Quiero salir y entrar sin que nadie me pregunte. Quiero dejar de ser madre, hija y esposa, ahora mismo. Quiero tener cojones para hacer lo que me salga del coño. 

Así pues, fuerte, tomó asiento en aquella terraza que le salió al paso, para tomar un café bien cargado. 

Lo necesitaba


Imagen: Orosia Sarasa, óleo sobre lienzo

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