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jueves, 23 de abril de 2009

Retrospectivo existente


Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
Poema: Miguel Labordeta
Imagen: Amón Non (Autorretrato 1989)

sábado, 18 de abril de 2009

Se nos muere el paraiso


Tuvalu nació pobre y olvidada en el medio del Pacífico Sur. Su nombre apenas ganó cierta resonancia en el 2004 cuando llamó la atención que un país tan pobre abonara un cánon elevado y enviara a un representante a la Comisión Ballenera Internacional para que vote a favor de la caza de ballenas realizada por Japón. Todos sospecharon entonces que el cánon y el viaje fueron pagadas por las pesqueras japonesas a cambio de pequeños favores y en un intento por obtener la mayoría en una penosa elección, después de todo, Tuvalu es un país. Un país que está siendo evacuado ante la irremediable invasión del mar.

Mientras tanto, todos los gobernantes del mundo se reúnen para tratar el teórico calentamiento global. Una teoría inquietante que indicaría que, ante el cambio de clima los hielos polares se derretirán aumentando el volúmen de agua de los océanos que invadirán las tierras costeras. Evitarlo significa invertir demasiado dinero y ¿qué gobernante del mundo estaría de acuerdo en gastar tanto dinero en algo que tal vez, va a pasar muchos años después de que su propio mandato termine o incluso, de que su propia vida termine?. Piensan que es un problema a futuro y que la gente del futuro lo arreglará a su debido tiempo.

Pero en Tuvalu el calentamiento global aprobó su examen práctico: las aguas invaden la isla a paso acelerado demostrando que el futuro es hoy. Poniendo de manifiesto que lo que antes ocurría en una era geológica hoy ocurre en el término de una vida humana. Tuvalu es el primero de la lista, el más notorio. Le seguirán otros, muchos kilómetros de costa irán desapareciendo si el proceso no se detiene a tiempo. Tuvalu es el aviso, el ejemplo, la demostración de lo que viene. Sin embargo Tuvalu permanece anónimo y desconocido. La prensa del mundo entero parece ignorarlo, después de todo el Apocalipsis carece de popularidad.

Tuvalu pronto será un nombre sonando en el vacío del viento, susurrado como en secreto, como algo que nunca pasó. La historia lo recordará como el primer país en desaparecer pero no el único. Mientras tanto la humanidad mira para otro lado; prefieren no darse cuenta de que las predicciones científicas se hicieron realidad y que la aterradora teoría ya está demostrada. Todos los gobernantes del mundo prefieren ignorar, todos salvo uno, el gobernante de Tuvalu que, sentado sobre una solitaria piedra de lo que fuera una playa, solloza y se da cuenta de que ya no hay un país que gobernar.

 

"No se puede defender lo que no se ama y no se puede amar lo que no se conoce"

http://www.barrameda.com.ar/secretos/tuvalu.htm

viernes, 10 de abril de 2009

Soy tonta


  1. Es sabido que las tardes de los domingos conducen indefectiblemente al aburrimiento. En mi caso; el aburrimiento siempre transmuta en una profunda tristeza, y todo ello sin que pueda hacer nada para remediarlo. Estoy mas que acostumbrada; en realidad me ocurre desde niña, así que intento no dramatizar cuando la escapada de fin de semana se frustró, cuando Alfonso (mi marido) se negó a salir a comer, cuando ninguna de mis amigas cogió el teléfono y cuando la televisión se me antojó mas infumable que nunca. En momentos así, siempre recurro a lo mismo; tumbarme, cerrar los ojos, ponerme una música (con cascos; unos antiguos y grandotes que son los que mejor aislan a una de Pepe Domingo Castaño) y pensar. El remedio no es gran cosa, lo se, pero es lo mejor que se me ha ocurrido jamás. Alguna vez he hecho a los demás participes de mi particular suplicio: según Inés (una gran amiga) es algo muy natural que nos ocurre a todos, según Alfonso y mi hijo soy una tonta sin imaginación, según Genma (el mejor hombro del mundo) pienso demasiado poco en mí y no me permito nunca hacer lo que deseo hacer. Naturalmente Genma es la única que tiene razón, y aunque seguir sus consejos no me garantizaría la superación mis crisis dominicales, al menos resultaría gratificante saber que soy la única responsable de ellas. Dando vueltas a esta idea, precisamente un domingo por la tarde, llegué a varias conclusiones desoladoras: 1) Perdí la juventud y malmetí mi vida buscando a la persona perfecta, esa con la que compartir todas las parcelas de la vida: el sexo, las aficiones, los proyectos, que además sea nuestra mejor consejera y nuestro paño de lágrimas cuando vengan mal dadas. 2) Tal dechado de virtudes no existe; pues el que es una fiera en la cama es también un ojo alegre que corre detrás de todo lo que lleve faldas. Aquel que parece nuestra alma gemela, se revela con el tiempo como un vago de siete suelas al que le molesta nuestro éxito profesional. Y no digamos nada del santo que aguanta todas nuestras neuras, nos ama con indesmayable pasión y mataría por nosotros, es más aburrido que chupar un clavo. 3) Hay que ser realista, esto es lo que hay y más vale no hacerse películas. En otras palabras, la persona que amamos no tiene ni la mitad de las virtudes que le atribuimos y más pronto que tarde empiezan a notarse sus carencias. 4) A medida que nos vamos haciendo viejos, afortunadamente, seguimos enamorándonos, pero ya sabemos que todo es una idealización, de modo que cada vez resulta más difícil encontrar alguien potable. Ante este panorama, la solución era obvia: procurarse una persona como pareja estable, otra con quien compartir inquietudes intelectuales, una tercera para las confidencias más íntimas y hasta una cuarta para la cama, si es menester. Además, con este sistema se acabaron las neuras existenciales porque lo que no te da uno te lo da otro. Tengo la edad y la experiencia suficiente para saber a lo que juego y lo que me juego, poseo independencia económica y un nivel cultural suficiente para moverme por el mundo. Así las cosas, se podía decir que había dado con mi piedra filosofal, pero antes de dar forma definitiva al proyecto, quise estudiar todos los aspectos internos y externos, repercusiones, contraindicaciones... Por ejemplo: ¿Que le parecería a mi madre? Me despellejaría viva ¿Y a mis amigas? Dirían que me había vuelto loca y luego muchas cosas más (unas envidiosas) ¿Y Alfonso? ¿Que diría él? Lo pensé durante toda la semana. Alfonso montaría en cólera para entrar luego en un estado de postración desde el que reprocharme que había hecho lo único que siempre desee hacer. ¡Bueno! Nada muy grave y todo muy previsible. Ahora sólo quedaba por imaginar como sería mi nueva vida, de que forma afrontaría el nuevo día a día, situaciones y responsabilidades desconocidas para mí... Llevo mucho tiempo pensándolo y creo que no me sentiría bien. Me lo dice Alfonso; soy tonta.

domingo, 5 de abril de 2009

Mujeres y sus célibes fiscales


Separar el placer sexual del embarazo es, sin duda, una obsesión que ha acompañado a la humanidad a lo largo de la historia. Hoy, que la superación de muchos de tabúes, la educación generalizada, o casi, al menos en Europa, y los sistemas sanitarios ya permiten que las mujeres planifiquemos en libertad nuestra vida sexual y en definitiva nuestro futuro profesional y material a corto y medio plazo, podría decirse que se ha alcanzado una vieja y legítima aspiración. Sin embargo, ahora que, por primera vez, la sociedad civil nos reconoce nuestro derecho a decidir, y hablamos con esto de un logro tal vez mayor, surgen, como por encanto, los reparos de algunas conciencias hasta ahora adormecidas, y aun hoy insensibles antes otros dramas. El desencadenante no ha sido el aborto en sí, y no hablaré de cifras ni de situaciones concretas, si no el reconocimiento de la libertad femenina. Ante tal situación, se levantaron los que siempre se proclamaron indispuestos contra la vagina y vociferaron tratando de imponer su autoridad moral, no reconocida de facto. Esgrimiendo, desde su masculinidad, su soltería y su anormal condición de célibes; inconsistentes tesis en defensa del no-nato y negando, de eso se trató siempre, derechos y libertades.

sábado, 4 de abril de 2009

Y ahora que el muro se cae; ya no estamos tan cerca


Me tumbé en la arena con lágrimas en los ojos. Estaba borracho, pero, pese a todo, recordé haber jurado que no pensaba regresar solo. Encendí otro cigarrillo bajo las estrellas. No había luna y la brisa olía a orina, a desagüe y también a mar. Dejé rodar la cabeza hacia un lado y vi el mostrador. El barman conversaba tranquilamente con un par de ancianos, quizá pescadores, que me observaban sin disimulo. Hice un esfuerzo por apurar el contenido del vaso y, a duras penas, me puse en pie.

-Adiós –dije antes de alejarme, pero no obtuve respuesta.

Primero caminé hacia el mar, luego hacia unas voces que jaleaban. Cruce bajo un arco de piedra. El suelo estaba ahora adoquinado y no había luz. Entonces reconocí su risa y el corazón me dio un vuelco. Corrí hacia ella; sólo, quería abrazarla, besarla y rogarle que volviera, pero tropecé y caí al suelo. Me herí la barbilla y las manos; sangraba. Avance de rodillas, vi un resplandor y seguí avanzando. Allí la encontré; junto al viejo muro en ruinas, en pie, desnuda y apenas iluminada por la luz de un fuego casi extinguido. Parecía en trance; se reía y danzaba, y giraba lenta sobre si misma mientras hacia molinos con los brazos. A su alrededor, sentados en el suelo, cuatro hombres, casi muchachos, aplaudían y coreaban muy excitados. Palmeaban sus nalgas, magreaban su sexo y sus senos; a veces con tanto ímpetu que a punto estaban de derribarla y entonces todavía se excitaban más y aun crecían la ovación y las palmas. Pero ella, parecía ajena a este mundo. Solo se reía y giraba y giraba dentro del círculo, mientras una fina banda de color azul se abría paso en el horizonte.


Imagen: Ramón Ventura Non (Amón Non) 2004