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domingo, 19 de agosto de 2012

El pelotazo comunista


 José Antonio Montano

El deporte de asaltar supermercados solo puede practicarse en el capitalismo: porque en el comunismo los supermercados suelen estar vacíos, o al término de una cola que desmovilizaría hasta a Lenin. Esta es la gran contradicción de nuestros dialécticos: dicen luchar contra la pobreza propugnando un sistema que ha llevado la pobreza (o la ha recrudecido) allí donde se ha implantado. Detalle que seguramente les dará igual. Como en tantos otros ámbitos de la vida española, en el de nuestros comunistas es la fantasía lo que se impone.

Fue Umbral quien, en sus columnas de la Transición, lanzó a Sánchez Gordillo, como lanzó a Pitita Ridruejo y a Ramoncín. Ese era el contexto del alcalde de Marinaleda: entre la atildada señora del cardado con visiones de la Virgen y el Rey del Pollo Frito. Nadie se lo ha tomado nunca en serio, y lo preocupante de ahora (la acción de los supermercados es en sí una anécdota) es que se le empieza a tomar en serio: en su propio partido y en un sector no desdeñable de la población. Ciertamente, no son los comunistas quienes han provocado esta crisis. Pero tomarlos a ellos por la solución es una insensatez, como digo, típicamente hispánica.

lunes, 6 de agosto de 2012

Católicas, aborto e Iglesia

Las personas católicas progresistas están de fiesta: la organización Católicas por el Derecho a Decidir, A.C. festeja su décimo aniversario. Con oficinas en seis países de América Latina (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia y México), en dos de Europa (España y Francia), en Canadá y en Estados Unidos, esta organización internacional manda un mensaje claro: hay personas católicas que no están de acuerdo con los planteamientos de El Vaticano relativos al lugar de las mujeres en la Iglesia y a las prohibiciones en materia de sexualidad, reproducción y aborto.

Desde que las leyes relativas al aborto se liberalizaron en los países occidentales, la jerarquía de la Iglesia católica empezó a impulsar los llamados comités "pro-vida", en un intento de frenar la tendencia a la legalización de esa práctica. La oposición de la Iglesia católica a todo aquello que suponga una intervención en los procesos de la vida nace del dogma religioso de que la mujer y el hombre no dan la vida, sino que son depositarios de la voluntad divina. De ahí que la religión católica considere que desde el momento de la fecundación, el ser humano en formación tiene plena autonomía de la mujer, cuyo cuerpo es un "mero instrumento divino"; y por eso cree también que, desde ese mismo momento, el producto en formación es alguien absolutamente equiparable al ser humano nacido, pues desde el primer instante tiene "alma". Convencido de que hay que prohibir los abortos, El Vaticano ha emprendido una especie de "cruzada" para "salvar" a "almas inocentes" (aunque después se desentienda del sostenimiento material y emocional de esas vidas). Esta "guerra santa" ha derivado en acciones terroristas (como matar a médicos y bombardear clínicas que practican abortos legales) y ante tal horror un número creciente de católicos practicantes, inclusive monjas, teólogos y sacerdotes, está manifestando públicamente su discrepancia con la jerarquía católica.