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domingo, 19 de agosto de 2012

El pelotazo comunista


 José Antonio Montano

El deporte de asaltar supermercados solo puede practicarse en el capitalismo: porque en el comunismo los supermercados suelen estar vacíos, o al término de una cola que desmovilizaría hasta a Lenin. Esta es la gran contradicción de nuestros dialécticos: dicen luchar contra la pobreza propugnando un sistema que ha llevado la pobreza (o la ha recrudecido) allí donde se ha implantado. Detalle que seguramente les dará igual. Como en tantos otros ámbitos de la vida española, en el de nuestros comunistas es la fantasía lo que se impone.

Fue Umbral quien, en sus columnas de la Transición, lanzó a Sánchez Gordillo, como lanzó a Pitita Ridruejo y a Ramoncín. Ese era el contexto del alcalde de Marinaleda: entre la atildada señora del cardado con visiones de la Virgen y el Rey del Pollo Frito. Nadie se lo ha tomado nunca en serio, y lo preocupante de ahora (la acción de los supermercados es en sí una anécdota) es que se le empieza a tomar en serio: en su propio partido y en un sector no desdeñable de la población. Ciertamente, no son los comunistas quienes han provocado esta crisis. Pero tomarlos a ellos por la solución es una insensatez, como digo, típicamente hispánica.

A mí me llama la atención la facilidad con que el español halla descanso. La ventaja de estar metido en el ping-pong de los hunos y los hotros es que no solo tienes enemigos, sino también un establo donde reposar. Yo, en cambio, no veo más que intemperie por todas partes. A mí son las dos Españas las que me hielan el corazón. Y las que, dicho francamente, me tienen hasta los huevos. Para mí lo que hay es una misma y estólida mentalidad, decantada hacia un lado o hacia el otro. Entre Montoro y Llamazares veo más semejanzas que diferencias. El primero, en efecto, hace más daño: pero solo porque (aquí y ahora) tiene más capacidad para hacerlo. Es una cuestión exclusiva de la cantidad de poder de que se dispone. Pero Llamazares en el lugar de Montoro no sería mejor, sino probablemente peor. No, no hay descanso ahí.

Yo lo que veo es lo que comparten Gordillo y su cuadrilla (y también quienes les apoyan) con los gañanes del pelotazo. Tratan de hacer un negocio ideológico rápido, puenteando la ley, quemando el presente sin pensar en el futuro y jugándosela a una política de hechos consumados. Se me ocurre que la Revolución misma comparte esa mentalidad del pelotazo, la del atracón fulminante y luego ya se verá. El trabajo lento y asentado, atento a la realidad y respetuoso de las formalidades democráticas, el denostado gradualismo, siempre ha sido visto por los románticos del pelotazo comunista con el desdén con que Jesús Gil miraba a sus funcionarios cumplidores.

Con esto tiene que ver también la profusión de banderas republicanas e independentistas (catalanas, gallegas, vascas y hasta andaluzas) que hay de un tiempo a esta parte en las manifestaciones. Están todas las banderas menos la única que representa, hoy, la democracia realmente existente: el incómodo principio de realidad. Al margen de la legitimidad de las reivindicaciones republicanas e independentistas (yo, por ejemplo, suscribo las primeras), lo significativo aquí es el uso que se hace de lo que no existe, de la fantasía. Cómo se elude la realidad y se confía todo a una ilusión: dándose por hecho que la mera implantación de una república o la independencia resolverá todos los problemas de un plumazo.

Esta mentalidad, repartida a diestra y siniestra entre nosotros, es la que nos ha conducido adonde estamos. Yo no creo en las fatalidades nacionales, así que supongo que podrá cambiarse. Pero resulta alarmante (¡y asfixiante!) su contumacia.


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