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viernes, 19 de julio de 2013

Que se casen ellas

Un estudio estadístico publicado en marzo de este año dio las cifras oficiales. La tasa de nupcialidad (matrimonios por cada 1.000 habitantes) era en 1976 de 14,36. En 2011 fue de 7,01, menos de la mitad. También tardamos más en casarnos. En 1976 lo hacíamos por término medio a los 24 años (las mujeres) y a los 27 (los hombres). En 2011, a los 33 y los 36. En 2011 solo se celebraron 163.338 bodas en España. Menos que nunca.


Los datos son interesantes pero más interesante aún es quien los publica: el Instituto de la Mujer. Los hombres no tenemos la suerte de disfrutar de un Instituto para nosotros solos, pero si existiera es poco probable que se interesara por la decadencia del matrimonio.
El matrimonio no es más que el equivalente de una lengua muerta que vegeta en estado de coma solo gracias a la intervención agresiva del estado.
De hecho, las instituciones sociales no son muy diferentes de una lengua. Es decir de una herramienta. Se utilizan mientras nos son útiles y las abandonamos cuando dejan de serlo. El matrimonio no es más que el equivalente de una lengua muerta. Y como muchas lenguas muertas, vegeta en estado de coma solo gracias a la intervención agresiva del estado. El problema es que esa intervención agresiva del estado destinada a salvar la institución del matrimonio solo beneficia al 50% de la pareja. Precisamente aquel del que se ocupa el Instituto de la Mujer.

lunes, 8 de julio de 2013

No eres tú, es tu DNI


Yo nunca he soñado con que algún príncipe, ni azul ni lila, me rescatase de un apasionado y ardiente dragón; más bien al contrario, si me apuran. Al menos, no lo recuerdo. Para ser sincera, creo que la primera que quise estar en verdadero peligro, para ser rescatada, fue cuando descubrí al doctor Jones en su búsqueda del arca perdida. Ya ven qué dura es la vida, ‘pa’ una vez que me han tenido que rescatar ha sido una hamburguesa (es el gentilicio para las nacidas en Hamburgo, no hay mala leche) con cara de estar oliendo coliflores cociéndose.

Pero volvamos a lo que estábamos, a lo del príncipe y el arca, o a una versión más actual, a la infanta y las arcas, las arcas del Estado, esas que no es capaz de recuperar ni el mismísimo Indiana, así que imagínense Montoro… Pido perdón por la imagen mental que alguien ha podido crearse de don Cristóbal sudado y con el Fedora. Ya, y el látigo. Lo sé.


Esta chica tan mona, Cristina, nos va a matar a disgustos… Eso si no nos mata antes su sobrino con un disparo desafortunado. Pero hoy voy a romper una lanza a favor de la muchacha: no es ella, es su DNI.

Que se han equivocado con el NIF de la chiquilla, hombre, que no podemos estar siempre con la escopeta cargada como Froilán o su abuelo.

sábado, 6 de julio de 2013

Desarraigo

-Una ausencia de veinte años- pienso con pesar y hago lo posible por entender cuanto tiempo significa en realidad-No ¿Qué digo? Algunos más de veinte han pasado desde el día del entierro- aventuro, mientras desde mí improvisada atalaya, no puedo evitar un ansioso reencuentro con el paisaje: Este; el Gran Hotel y allá, al final de la calle, vivía Conchita. Al otro lado del parque, casi frente a frente con su chalé; el Seminario. Detrás; la Ciudadela y por aquí, hacia el norte, en los bajos de esa casa gris que aún no ha perdido la aguja de la torre, teníamos la tienda y el almacén. Recuerdo que en un piso de arriba estaba la emisora de radio y al lado, el bar de la señora Orosia…, Era un bar de postín; ya lo creo.