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martes, 6 de septiembre de 2016

Mariela y el mal de amor XVIII


Hace una semana que volví a trabajar. Bueno; hoy por la mañana, tenía revisión médica. De allí vengo. Quizá haya sido la penúltima. Según la doctora, ya no me visita mi amigo el doctor Asthon, estoy recuperado. Asegura que mi leve cojera desaparecerá con el tiempo, igual que las molestias que siento por la noche. Ya veremos...

Entro y cierro la puerta a mi espalda. Me sobrecoge el silencio, la penumbra me envuelve y avanzo con cuidado de no tropezar. Queda vajilla sin recoger, el sofá está revuelto y sigue sin retirarse el cesto de Fellini aunque ya murió en primavera. ¿Se verá como una renuncia a la esperanza de que pueda volver? ¡Hum! Sigo hasta la ventana y corro las cortinas para dejar entrar un rayo de sol, sesgado y diagonal, que llena el salón de una claridad mortecina. El aire aire huele a las lentejas que cociné por la mañana; eso me recuerda que también queda un trozo de lasaña en la nevera y solo me toca calentar la comida antes de ir al trabajo. Bueno, y airear la casa y hacer la cama y fregar los platos. Suspiró mirando el reloj y me siento a fumar un cigarrillo mientras dejo que el silencio que me engulla.