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lunes, 15 de marzo de 2021

Metrópolis

 

Al bajar el cristal se percibe un vaho húmedo apestando a basura y residuos químicos. Ahora, a cada lado, les encajonan las cosas. Muros por todas partes, menos hacia delante. Los semáforos se obstinan en regular un tráfico casi nulo a esa hora, los anuncios luminosos guiñan mecánicamente, como signos burlones. De vez en cuando, sorpresas inquietantes: el repiqueteo estrepitoso de un timbre que no alarma a nadie, el súbito fragor de un tren por el viaducto metálico [...]

José Luis Sampedro, La sonrisa etrusca

jueves, 4 de marzo de 2021

Clitemnestra


La sociedad nos invita a cubrirnos la cara con una máscara adecuada a nuestra posición, y nos disuade de hablar con demasiada honestidad de lo que sentimos. Aún así la gran revolución del último siglo la han protagonizado las personas de toda condición y edad que decidieron romper con lo que se exigía de ellas... Pero es una revolución que está incompleta. Seguimos hambrientos de afecto


En un principio fue entregada en matrimonio a Tántalo con el que tuvo un hijo, pero el rey micénico Agamenón se había fijado en ella y no tuvo ningún reparo en asesinar al rey Tántalo y al hijo de ambos para poder casarse con ella.

Con Agamenón tuvo cuatro hijos: Ifigenia, Electra, Orestes y Crisotemis.

Cuando la expedición griega que se dirigía a Troya, comenzó su viaje, una calma absoluta llegó sobre toda Grecia, esta ausencia de vientos impedía la marcha de los barcos helenos. Ante este impedimento, Melenao decidió consultar con el oráculo de Delfos, el cual declaró que el único modo de conseguir la aquiescencia de los dioses era sacrificando a la primogénita del rey Agamenón.

Este en principio se resistió, pero al final terminó cediendo a los ruegos de sus compañeros de batalla. Clitemnestra no perdonó este sacrificio (ya que ella no sabía que la joven fue salvada en el último momento por la diosa Artemisa y entregada como sacerdotisa en uno de sus templos) y mientras Agamenón luchaba contra los troyanos se convirtió en amante de Egisto.

lunes, 18 de enero de 2021

Cuento de invierno

 


Aquel año hubo navidad blanca y hacia la mitad de enero, por cuarta o quinta vez la nieve lo había cubierto todo. Hubo caos tras caos en las carreteras y en las grandes ciudades, cuya memoria colectiva prefirió ignorar que el frío y el hielo también formaban parte de su edulcorada realidad y que ningún privilegio capitalino podía eximirles de ese padecimiento. Por un primitivo sentido de la imitación y más que nada por la machacona contaminación mediática, el ambiente victimista se extendió a todos los lugares, incluso a aquellos donde los rigores del invierno eran un acontecimiento ineludible que no alteraba de forma sustancial el devenir cotidiano. El sol se dejó ver con cuentagotas durante semanas y las brigadas municipales, excepto las de aquellos lugares donde consideraron que aquel era un trabajo extra, no retribuido y muy penoso respecto a los días felices en los que servía dejar correr las horas, se afanaron una y otra vez en despejar las calles.