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viernes, 27 de septiembre de 2013

Mariela y el mal de amor XVI


Con la desmesura de sus hombros tapaba toda la puerta y aun tuvo que ladear la cabeza para superar la parte de arriba y entrar sin tocar. Claro está que nadie le esperaba allí y que sus llegadas solían imponer respetuosos silencios, pero a fe que nada en su expresión de aquella tarde hacía temer de sus intenciones. Acaso, digo yo, asistimos con algo de curiosidad por lo que el cornudo pudiera tener que decir ante tal foro. Desde luego, fuimos muy ingenuos al imaginar que Pascualón, recién espantados los lobos que le acosaban a Mariela, consentiría sin trauma ni dolor todo lo demás. Ahora sé que Mariela si sospechaba otra cosa y por eso soltó soltar un “Ay” bien agudo y aspirado, tan pronto como el gigante le echó la vista encima a Mercader, como una losa. La mujer, temiendo una tragedia inminente, retrocedió culposa hasta la pared, manos sobre boca, y Raúl, desmejorado como nunca le había visto, inició la acción de ponerse en pie, bobalicón y boquiabierto. Nunca he querido saber si aquel rictus fue por fin un rasgo humano, efecto del mal trago, o la sintomatología natural de quien se enfrenta a esa experiencia límite, tan frenética y ansiada. Sea como sea, todo lo que ocurrió después, ocurrió demasiado deprisa para mis reflejos, así que como testigo presencial no puedo decir más que primero voló la mesa, con la baraja, los ceniceros y las jarras de cerveza, que inmediatamente después lo hicieron Telete y Marquitos Aguilar, por su afición en profesar de escuderos, y que coincidiendo con el tercer aullido de terror, yo me abalancé hacia la puerta abierta y corrí. Sin respiración y empapado por un tremendo aguacero, me detuve al abrigo de una escueta marquesina de la calle de la Luna y para mi descargo, vi que me seguían todos, salvo los desventurados…

viernes, 20 de septiembre de 2013

Mañana de primavera

Orosia Sarasa
"Calle de Borau", óleo sobre tabla

El cielo de primavera
era azul de pas y olvido...
Una alondra mañanera
cantó en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera!

Juan Ramón Jiménez

viernes, 13 de septiembre de 2013

La desconocida historia de la esclavitud en España y 3

Otro importante actor en el negocio esclavista en las américas fue la recién nacida nación estadounidense. A finales del siglo XVIII los astilleros de Nueva Inglaterra se concentran en la producción de barcos negreros que en su mayoría navegan hacia los mercados caribeños. En 1806 de los 62 barcos entrados en el puerto de La Habana que se dedican al negocio de la trata, todos consignados por casas locales, 58 eran de bandera y tripulación norteamericana.

Hay que destacar que el tráfico ilegal de esclavos africanos en Cuba y Puerto Rico, actividad declarada ilegal a principios del siglo XIX en gran parte de los países europeos, sólo pudo llevarse a término con la participación naviera y financiera de ciudadanos norteamericanos, paradójicamente radicados en su mayor parte en los estados del norte, “teóricamente” abolicionistas.
Diario La Marina
3 de febrero de 1846
Pero es a partir de 1789, cuando la trata se convierte en una actividad libre en los territorios españoles, que el negocio de la esclavitud entra de lleno en el mercado español, principalmente en las ciudades de Cuba, en Buenos Aires, Cádiz, Barcelona y Santander. La importancia que tuvieron estos réditos económicos en la revolución industrial que acaeció en el norte y el levante español es más que significativa, representándose en inversiones posteriores en la industria, banca, navieras y compañías de seguros.

viernes, 6 de septiembre de 2013

La desconocida historia de la esclavitud en España, 2

Durante toda la historia de España la trata de esclavos fue una realidad hoy olvidada pero muy común entre nuestros ancestros. La esclavitud y la negritud asociada a esta vil consideración social eran moneda de cambio común en el pasado. Desde cuadros de Goya como La Boda (1792) donde aparece a un mulato, a diversos pasajes de El celoso extremeño de Cervantes, cuadros de Velazquez o Murillo, muestran una realidad muy común en el Siglo de Oro español. Se calcula que vivían en España cerca de 58.000 esclavos a finales del siglo XVI, una cifra que fue decreciendo paulativamente hasta su desaparición bien entrado el siglo XIX, al tiempo que en las américas su número iba alcanzando cifras estratosféricas. El negocio de la esclavitud estaba en América.

La historia de la esclavitud en España, como en otras partes del mundo, es amplia y sus orígenes se pierden en el tiempo. Conducta habitual durante la Antigüedad, la caída del Imperio Romano hizo que su uso fuera en declive en Europa, comparativamente con los años de bonanza imperial, pero la trata de esclavos seguía siendo habitual como comercio basado en los cautivos de guerra: musulmanes en la vertiente mediterránea e infieles de origen báltico en el norte europeo.

Por lo que en los años siguientes a la Reconquista era muy habitual la tenencia de esclavos en las casas, principalmente de origen musulmán. Tanto es así que cabe recordar que en el Decreto de 1609 de expulsión de los moriscos se incluyó una salvedad en el reino de Valencia (donde eran uno de cada tres habitantes), se excluía a los que fueran de estado esclavos, que seguirían perteneciendo a sus dueños.