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viernes, 13 de septiembre de 2013

La desconocida historia de la esclavitud en España y 3

Otro importante actor en el negocio esclavista en las américas fue la recién nacida nación estadounidense. A finales del siglo XVIII los astilleros de Nueva Inglaterra se concentran en la producción de barcos negreros que en su mayoría navegan hacia los mercados caribeños. En 1806 de los 62 barcos entrados en el puerto de La Habana que se dedican al negocio de la trata, todos consignados por casas locales, 58 eran de bandera y tripulación norteamericana.

Hay que destacar que el tráfico ilegal de esclavos africanos en Cuba y Puerto Rico, actividad declarada ilegal a principios del siglo XIX en gran parte de los países europeos, sólo pudo llevarse a término con la participación naviera y financiera de ciudadanos norteamericanos, paradójicamente radicados en su mayor parte en los estados del norte, “teóricamente” abolicionistas.
Diario La Marina
3 de febrero de 1846
Pero es a partir de 1789, cuando la trata se convierte en una actividad libre en los territorios españoles, que el negocio de la esclavitud entra de lleno en el mercado español, principalmente en las ciudades de Cuba, en Buenos Aires, Cádiz, Barcelona y Santander. La importancia que tuvieron estos réditos económicos en la revolución industrial que acaeció en el norte y el levante español es más que significativa, representándose en inversiones posteriores en la industria, banca, navieras y compañías de seguros.

Amparados en la protección de la Corona Española una gran oleada de peninsulares llegados a las Antillas entre 1814 y 1833 hicieron fortuna con la trata o la explotación de esclavos en los ingenios cubanos, son los que luego serían llamados indianos. Entre ellos se cuentan muchos catalanes. Ya hemos hablado al principio de Josep Xifré, futuro presidente y fundador de la Caja de Ahorros de Barcelona (embrión de La Caixa), pero fueron muchos otros los que hicieron también fortuna con este lucrativo negocio como Miquel Biada i Bunyol, conocido por ser el principal promotor del primer ferrocarril peninsular: la línea Barcelona Mataró (1848). Durante su estancia en Cuba su compañía, la Biada y Cía. Se dedica a multitud de transacciones, entre ellas la trata de esclavos africanos, lo que proporciona una gran capital que después invertirá en ferrocarriles.

Desde la localidad tarraconense de Torredembarra surgieron dos grandes nombres de la economía catalana que cimentaron su riqueza en la trata de esclavos. Joan Güell i Ferrer se trasladó a La Habana en 1818 donde hizo una enorme fortuna en unos pocos años gracias a su habilidad para los negocios, principalmente la trata de esclavos. A su vuelta Barcelona fundó su propia empresa metalúrgica La Barcelonesa y promovió la creación de La Maquinista Marítima y Terrestre y la megafábrica del Vapor Vell en Sants. Su contribución al dinamismo económico catalán es innegable, fue también el fundador de la futura patronal catalana (Foment), pero sus oscuros inicios financieros en la isla una lacra que parece pudo salvar: la Gran Via de les Corts Catalanes de Barcelona lo recuerda con una gran estatua.

Otro vecino ilustre de Torredembarra, Esteve Gatell, también invirtió su gran fortuna amasada en el comercio de esclavos en el negocio del ferrocarril, además de otras muchas inversiones industriales, navieras y financieras.

Al principio hablamos de Pablo Epalza, futuro fundador del Banco de Bilbao, pero no fue el único norteño que se adentró en el goloso mercado del comercio de esclavos. Antonio López y López, Marqués de Comillas, fue el fundador también del Banco Hispano Colonial, cimentó su fortuna como negrero y dueño de cuatro cafetales y cuatro ingenios que aprovechaba para vender sus dotaciones de esclavos.

Juan Manuel Manzanedo, natural de Santoña, cuyo pasada oscuro registró Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, llegó a Cuba como sirviente y acabó amasando una gran fortuna como traficante que después reinvirtió en la promoción del prestigioso barrio de Salamanca en Madrid.

Desde el sur de España surgió otro hombre importante en el negocio negrero, el gaditano Manuel Pastor Fuentes, un coronel retirado que aprovecho su capacidad técnica y organizativa para impulsar el negocio de la trata de esclavos hasta sus más altas cotas de beneficios financieros y políticos. Se conoce que fue quién implanto la cuota pro cada negro introducido en la isla que después él mismo se encargaba de trasladar a la reina madreMaría Cristina de Borbón. Su hija, la reina Isabel II le nombraría senador vitalicio y otorgaría el título de conde de Bagaes.

Se calcula que los beneficios de la trata ilegal entre 1821 y 1867 ascendieron a 58 millones de dólares haciendo un cálculo sobre los 443.399 esclavos vendidos, pero se cree que esta cifra en realidad pudo rondar los 500.000 o 700.000, por lo que es probable que los beneficios se acercaran a los 100 millones de dólares (cerca de 2.000 millones de reales en moneda peninsular). Y estas estimaciones no se incluye todo el negocio paralelo generado a su alrededor: navieras, astilleros, manufacturas, etc.

Un negocio tan lucrativo fue muy complicado de terminar así como así, por muchas presiones abolicionistas que surgieran en el Congreso o en las embajadas internacionales, sólo la cruentaguerra de Cuba (1868-1878) de marcado carácter antiesclavista y anticolonialista puso sobre aviso a la aristocracia financiera de la isla y sus potentados políticos y económicos en la península sobre la necesidad de realizar cambios sociales profundos en las colonias.

En noviembre de 1879 se presentaba en las Cortes un proyecto de abolición de la esclavitud: incluía un patronato de ocho años, seguido de la obligación de contratarse otros cuatro años más en la transición al trabajo libre. La ley de abolición de la esclavitud se publicaba el 13 de febrero de 1880 y debía hacerse finalmente efectiva en 1888, tras ocho años de transición del patronato al trabajo libre. Las presiones internacionales, especialmente tras el fracaso español en la Conferencia internacional de Berlín de 1885 en las que las potenciales internacionales se repartieron África, forzó al ministro de Ultramar, Germán Gamazo a decretar con dos años de antelación la liberación total de los esclavos en la isla de Cuba. Así, el 7 de octubre de 1886 quedaban en libertad los últimos 25.000 esclavos africanos o hijos de africanos de los territorios españoles de ultramar. Únicamente Brasil conservó la esclavitud hasta 1888, ahora empezaba el largo camino del olvido de una terrible institución que, paradójicamente, ayudaría a modernizar a España.

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