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domingo, 17 de mayo de 2009

El gran silencio

Junto al mar nos olvidamos de la ciudad. Las campanas tocan el avemaría con un sonido fúnebre aunque dulce en esta hora crepuscular. Aguardad un poco más. Todo se encuentra ahora en silencio. Se extiende el mar pálido y brillante. No puede hablar. A esta hora de la tarde, el cielo representa su eterno papel, revestido de rojos colores, de tintes amarillentos y verdosos. Las rocas y arrecifes que se precipitan en el mar como tratando de encontrar un lugar más solitario, tampoco pueden hablar. Hay una intima quietud. ¡Que hermoso y que cruel es este gran silencio que nos sorprende repentinamente! ¡Que doblez encierra esta belleza muda! Si quisiera, ¡cuantas cosas diría y qué malas serían estas cosas! Su lengua y la doliente felicidad que hay impresa en su rostro no es más que malicia para burlarse de su compasión. ¡Que así sea! No me avergüenza servir de risa a semejantes poderes. Pero yo te compadezco, naturaleza, porque te ha de hacer callar, aunque no sea sino la malicia lo que te hace enmudecer. Si, me apena tu malicia.

Mira cómo aumenta el silencio y cómo se oprime se espanta mi corazón ante una nueva verdad; tampoco él puede hablar; se ha puesto de acuerdo con la naturaleza para burlarse también. Cuando la boca trata de pronunciar palabras en medio de esta belleza, mi corazón disfruta con la dulce malicia del silencio. En medio de éste, la palabra y el propio pensamiento me resultan odiosos. ¿Acaso no escucho detrás de cada frase la risa y el error, la imaginación y la ilusión? ¿Habré de burlarme de mi compasión y de mi propia burla? ¡Oh mar! ¡Oh tarde! ¡Sois seres malignos!: enseñáis al hombre a dejar de ser hombre. ¿Habrá de abandonarse éste a vosotros y convertirse en lo que sois vosotros, algo pálido, brillante, mudo, inmenso, aquietado en sí mismo, elevado por encima de sí?


F. Nietzsche

Imagen: Amón Non (Por esta calle se va a mear usted, 1986)

miércoles, 13 de mayo de 2009

Venus


Luego que ambas llegaron al palacio,

Donde habitaba Paris el divino,

Fueron a las labores de su sexo,

Las doncellas de Elena, y la princesa

Subió a la estancia hermosa de Alejandro,

La risueña y brillante diosa Venus,

Tomó luego una silla para Elena,

Que colocó á la frente de la cama

De Paris el divino. Elena al punto

En ella se sentó; pero volviendo

Con desprecio los ojos a otro lado,

Le dio estas reprehensiones tan amargas:

>>¿Así estás ya de vuelta del combate?

>>¡Ojalá que domado por la mano

>>Del héroe que antes tuve por esposo,

>>Hubieras perecido en esta lucha!


Imagen: Carlos (Venus 1996)

domingo, 3 de mayo de 2009

Mujeres y sus nuevos sometidos

Siempre oí decir que si en el mundo mandáramos las mujeres el mundo sería algo mejor, por que las mujeres somos más sensibles y más compasivas que los hombres. Como mujer que ha sufrido, igual que todas, no pocos prejuicios machistas, me parece que en la actualidad existe por nuestra parte un cierto revanchismo histórico.  Una especie de paranoia colectiva que nos mueve a entender, por que así nos han dicho que debíamos entenderlo, que las nuevas leyes, mas favorables para la mujer que para el hombre, no son otra cosa que normas emanadas de la justicia natural. Yo creía que el hecho de haber sido históricamente víctimas, serviría al menos para no repetir los patrones de conducta de los victimarios y ser más humanas que ellos. Por eso, si históricamente el sexo masculino nos ha sometido a leyes injustas, nos ha discriminado y hasta ha escrito tratados filosóficos “demostrando” que éramos menos inteligentes, más débiles y desde luego menos racionales que ellos, no hagamos nosotras lo mismo. Antigua es la frase aquella de que el hombre es un lobo para el hombre, demostremos nosotras ahora que la frase no puede de ninguna manera tener su correlato en femenino. Esa sería, sin duda, la mejor de las venganzas. Una cosa es que se intente compensar la desventaja histórica que hizo que nosotras fuéramos unas parias durante siglos, y otra que una acepte alinearse irreflexivamente con aquellos que gratuitamente, o casi, se han erigido en defensores y garantes del eterno predominio femenino.