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sábado, 18 de enero de 2020

Calles conocidas


Supongo, ahora supongo, que me niego a considerarlo, y que el hecho de no reconocer un fin sexual me libra de toda culpa; lo cual no deja de tener mérito. 
Sea como sea, me complazco en seguirla, me excita la posibilidad de conocerla y hoy, cuando regresaba a casa, después de andar tras de Ella, por calles conocidas, iba pensando cual habría sido el detonante que ha despertado mi atención para fijarme en Ella, exclusivamente.
Esta mañana, Ella no era esa especie de enfermera de un inválido. La imagen asociada de la la silla de ruedas se volatilizó y la mujer de mediana edad, hermosa y atractiva, elegante y sencilla, era independiente y parecía libre, tanto como para imaginar que puedo soñarla. Incoherentemente seguiré buscando respuestas: su situación emocional, el origen de ese matrimonio, la justificación. Y los niños, quienes eran los niños que llevaba el otro día de la mano, ¿hijos? No, no lo creo. Parece deberse solo  a que de vez en cuando El la deja sentirse libre, paseando por las calles.

sábado, 4 de enero de 2020

Gaube espantó al oso


Llegaba al Puerto de Aulà y el rebaño subía por una canal pastoreando regaliz muy tranquilo; la niebla, que allá llaman "gavatxa" tapaba casi todo el puerto, de pronto el rebaño se sobresalta, las ovejas balan y marchan corriendo desde la canal en dirección al “Clot del Vinyal”, Gaube se planta justo delante del rebaño, y empieza a ladrar encarnizadamente en medio de aquella niebla tan espesa, entonces a unos 10 metros del perro, pude ver la figura de una osa y uno de sus cachorros, estaba de pie delante; de pronto y como si fuera un fantasma, desapareció por la presencia del perro que yo animaba con gritos: "tócalo!!! tócalo!!!". En el lado izquierdo, sobre el estanque de Aulà, había un hato de yeguas que comenzaron a relinchar y corriendo a toda velocidad atravesaron la Sierra de la Tinta, dirección a Clavera. Al ver aquel revoltijo, continué chillando para alentar más al perro mientras corría en dirección por donde habían huido las ovejas que ya habían desaparecido también. Una vez que recuperé el rebaño, a unos dos kilómetros aproximadamente, comprobé que no había ovejas heridas, pero estaban muy nerviosas y atemorizadas, y Gaube aún seguía ladrando al lado del rebaño con signos evidentes de irritación; entonces fue cuando empecé a darme cuenta de lo que había pasado: un ataque, sin éxito, de una osa con cachorros y que fue abortado por la acción de un solo perro de protección. Seguidamente, fue cuando me invadieron los temblores y unes sensaciones difíciles de explicar.

Fuente: http://www.institutopirenaico.org/04divulgacio/muntanyes_ovelles/entre_montanas_ovejas_perros-osos.pdf