Translate this site

sábado, 10 de agosto de 2013

El oficio de destruir culturas

Misioneros los de antes... Misioneros con la fuerza de una cultura superior, ante la que la autóctona poco podía oponer. Misioneros que hacían valer su credo no por la palabra persuasiva sino por la fuerza de su fuerza.


No parece ser el caso de hoy día, cuando los misioneros ya no son tales sino clérigos disfrazados de enfermeros, maestros o intermediarios de la ayuda que proviene del Primer Mundo.

En ambos casos la difusión de "su" fe pretende un cambio de mentalidad, un cambio precedido por el necesario lavado de cerebro.

El modo de penetración siempre recorre el camino de lo material a lo mental. Asegurado el dominio --no estrictamente político, pero siempre financiero-- se procede al lavado espiritual de las mentes. Es el caso de la evangelización de América y es el caso de la evangelización de Oceanía por parte de pastores evangélicos.

Argumentos los que esgrimen simples, sí, pero certeros, válidos y sin posible defensa ante una buena técnica persuasiva, la utilizada por cualquier misionero fanático, que suele recorrer pasos ya secularmente conocidos:

 Crean una conciencia de pecado exacerbada al límite.

 Hacen concebir esperanza en una salvación de ese pecado frente al temor a una condenación muy próxima

 Hacen ver que "ellos" tienen de todo, ayer armas de fuego, cañones, caballos y naves, hoy aviones, coches, hospitales, etc. porque Dios, su dios, les ha bendecido

 Les hacen ver que los dioses propios no salvan, no lavan la conciencia de pecado.

 Las reafirmaciones en "lo propio" se van desvaneciendo, porque "lo nuevo" es culturalmente superior.

 Progresivamente y a medida que grupos se van "convirtiendo", provocan un aislamiento social hacia quien es reacio a convertirse, incluso con negación de asistencia sanitaria al no estar bautizado. Esto decía un jefe local de Papúa-Nueva Guinea: Me he quedado solo, todos son cristianos, ¿qué haré yo ahora?... Me tenderé así [se tumba en el suelo] y esperaré la muerte

 Con las prácticas anteriores, su vestido, sus danzas, sus fiestas, como producto del demonio, asocian una nueva conciencia de culpabilidad.

 Asumen las costumbres anteriores al servicio de la nueva religión: adornos, cantos, danzas...

 Les adoctrinan con principios doctrinales muy básicos: no más allá de los diez mandamientos, generalmente relativos a la moral y sustentados en "anécdotas", que ejemplifican con imágenes y dramatizaciones burdamente elementales

 Hacen ver la superioridad de sus "nuevas casas para Dios", frente a "esos" lugares de culto, rincones concretos del bosque, del monte...

Esto sucedió, y no otra cosa, en la "conquista de América" y se ha visto en nuestros días de la forma más grosera. Un estado secular no debería consentir tales "lavados de cerebro" con la quiebra social de la personalidad propia de tal o cual sociedad, por minúscula que pueda parecer.

Recordemos una y mil veces, porque los magnates de la creencia siempre vuelven, la amarga queja del jefe indio Pontiac, muerto en 1769, respecto a los exacerbados crédulos protestantes: Vinieron con una Biblia y su religión, se quedaron con nuestra tierra, aplastaron nuestro espíritu... y ahora nos dicen que deberíamos estar agradecidos al Señor por haber sido salvados.

¡Si no lo hubiéramos vivido! Primero asestan la puñalada; luego aplican la terapia consoladora, cuando no la invectiva de que todo es por nuestro bien, ante lo que no procede la queja.

No hay comentarios: