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viernes, 1 de noviembre de 2013

Fábula de Kubrick y la Luna



*En la escena se ve a Nixon sentado en su escritorio del Salón Oval. En la junta se encuentran Richard M. Helms (director de la CIA), Eve Kendall (secretaria particular de Nixon) y Donald Rumsfeld (miembro del gabinete).

Richard M. Helms: es cuestión de semanas, o quizás días, para que los rusos manden a un hombre a la luna. Tengo información detallada al respecto, señor presidente.

Richard Nixon: si llega a pasar eso estamos jodidos, ¿me entiendes? Tenemos que hacer algo ¡pero ya! Qué sé yo: sacar el Apollo XI y mandarlo a la luna aunque fracase la misión, pero si se nos adelantan esos cabrones estamos en la mierda, oyeron, ¡en la mierda!

Donald Rumsfeld: Si me permites, Richard, creo que la idea es descabellada. No hay tiempo. La NASA nos va a mandar al demonio con el famosos viaje.

R.N: ¿A quién va a mandar al demonio la NASA, perdón? Soy el presidente y aquí se cumplen mis órdenes.

Eve Kendall guardaba silencio mientras servía cafés, cuando el presidente le ordenó que llamara al director de la NASA.

R.N: ¿Estamos listos para mandar al Apolo XI? Los rusos están a punto de volar su cohete. ¡No, no, no me jodan: un mes es demasiado tiempo! Ajá. Ajá. Me parece bien. No me dejas satisfecho pero por lo menos queda abierta esa opción que en esta crisis no suena descabellada.

R.M.H: ¿Y bien?

R.N: Llegaremos a la luna la próxima semana, pero no se podrán enviar imágenes reales. El tema es que necesitamos calmar a la gente y darle un show digno del orgullo americano. Me proponen grabar la llegada a la luna en un estudio de cine para salir del paso. Eve: manda a llamar a Kissinger. ¡Muévete!

Nixon se recargó en su sillón y cerró por un momento los ojos. Luego se puso de pie y dijo: “caballeros: tenemos una semana para prepararlo todo”. Acto seguido se acercó a Eve, que había estado apuntando todo lo que oía. Nixon tomó las notas entre sus manos para hacerlas pedazos y las arrojó al cesto de basura.

Antes de que Kissinger llegara, los tres hombres salieron a caminar por los jardines y Nixon le dijo a Donald Rumsfeld: “ahora sólo falta elegir al hombre que va a hacer este trabajo”. Rumsfeld guardó silencio unos segundos. Luego se detuvo y dijo: “Hablemos con Stanley Kubrick”.

D.R: la película debe de salir perfecta, pero el tiempo apremia y no creo que se pueda construir en tan poco tiempo el set. Kubrick tiene los set de Odisea 2001 en Londres…

Nixon sonrió por primera vez desde que empezó la reunión.

D.R:Stanley no podrá negarse porque durante el gobierno de Kennedy obtuvo permisos y concesiones para entrar al Pentágono a grabar Teléfono Rojo.

R.M.H: O sea que, por decirlo de alguna manera, se las debe al gobierno.

D.R:Ahora bien, Vernon Walters se sigue sintiendo director de a CIA y seguro te dirá que es muy peligroso mentir en Estados Unidos, y que al involucrar a tanta gente, se puede desatar un escándalo de dimensiones inimaginables.

R.N:Adelante, da igual.

Apenas pusieron al tanto a Kissinger sobre el plan, él y Donald Rumsfeld tomaron un avión hacia Inglaterra para proponerle el montaje a Kubrick.

Stanley Kubrick:¡wow! En verdad estoy sorprendido al imaginar que pensaron en mí para semejante aventura. Pero no. Creo que no es una buena idea. Sería el engaño más grande de la historia.

D.R:Mira Stanley, lo único que te pedimos es que nos prestes las llaves del estudio para rodar algunas escenas. Tú ya tienes montado el set. Sólo unas cuantas escenas del alunizaje y el lunes tendrás tus llaves de vuelta, ¡y listo!, aquí no pasó nada. A propósito: el presidente Nixon es adicto a tus películas, en especial Teléfono Rojo.

Después de esa sobada de ego, Kubrick aceptó.

Todo estaba listo para que el montaje se filmara en los estudios MGM en Londres. Los dos técnicos y los dos actores que simularían el aterrizaje serían agentes de la CIA, pero como Kubrick era un perfeccionista, al ver los desfiguros que estaban haciendo esos espías disfrazados de astronautas, tomó la dirección y sacó avante la grabación.

El director también propuso que los actores fueran hombres solteros. Que no tuvieran familia para que no se fuera a esparcir el chisme. Kissinger y Rumsfeld estuvieron de acuerdo e hicieron firmar a los actores un contrato de discreción de por vida bastante estricto. “Silencio o muerte”.

Mientras, en La Casa Blanca, Nixon esperaba la llamada de Kissinger para que le corroborara que todo había salido bien.

Terminando el montaje Kubrick les dijo: “a partir de el lunes por la mañana, saldrán de mi vida para siempre”.

Finalmente, el 21 de julio de 1969 el mundo entero fue testigo de cómo Neil Armstrong se convertía en el primer ser humano que pisaba la luna.

Festejaron por todo lo alto el suceso, mientras Stanley Kubick, desde su casa en Londres, miraba en el televisor un fragmento del único trabajo que no pudo firmar con su nombre luminoso.


Texto: Alejandra Gómez Macchiahttp://m.sexenio.com.mx/puebla/columna.php?id=5699
Imagen: Damián. Acuarela sobre papel

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