Translate this site

jueves, 23 de abril de 2009

Retrospectivo existente


Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
Poema: Miguel Labordeta
Imagen: Amón Non (Autorretrato 1989)

3 comentarios:

Quijo - Meli Polo Fdez dijo...

Saber quiénes fuimos, quiénes somos..y quénes seremos son tareas que nunca podremos completar al 100%, siempre quedará una parcela que no podamos recordar, que no sepamos definir y que seamos incapaces de encajar...quizá por eso somos quiénes somos hoy.

Moony-A media luz dijo...

No creo que se pueda. Puede ser que nos perdiéramos, o, quizá, somos muchos que vamos muriendo. Quién sabe...
Pero, sólo tenemos lo que somos hoy.

Un beso muy grande.

(andrea) dijo...

Seguimos siendo los mismos...porque ese niño que jugaba a la pelota, ese adolescente que se revelaba contra el mundo, ese joven que se golpeó contra la pared, ese adulto que tuvo que salir a la calle y que fue padre, es ese mismo anciano que camino tranquilo, con la mirada sabia, que en cada arruga guarda un recuerdo, y que sigue siendo el mismo. Somos el efecto de lo que fuimos... la escencia no cambia.