'Pido a los españoles que entiendan que las cosas no son fáciles'.
Lo ha dicho Rajoy, Mariano para los más íntimos, y lo ha dicho convencido de que ese es justo el mensaje que los españoles esperamos oír. O sea, un mensaje que nos aporte esperanza, confianza, fe, y alguna virtud más de esas que predican los obispos.
Lo que pasa es que eso de que 'las cosas no son fáciles' tiene múltiples matices e interpretaciones, según del color del cristal con que se mire, que decía Campoamor.
Evidentemente no son fáciles para las clases medias y bajas que basan su inestable existencia en algo tan "vulgar" como un trabajo fijo con su correspondiente y decente sueldo. Sin embargo, sí son fáciles para la élite política, que no ve peligrar su sueldo, ni su pensión, ni su futuro, a menos que una revolución social los manda a todos definitivamente al limbo, que por cierto ya es su residencia habitual.
Por eso, por su perspectiva visionaria de las cosas desde tan excelso lugar, es por lo que piden, exigen e imponen, por ley, a los mortales de a pie que se sacrifiquen hasta la extenuación para que su olimpo pueda seguir intocable e inalterable, el olimpo de los "dioses" políticos, claro.
También son fáciles las cosas para otra especie dominante que pulula por nuestra sociedad a sus anchas, por encima del bien y del mal, y que cuando está en apuros se ve socorrida con inusitada rapidez porque se supone que son imprescindibles para la subsistencia de todas las especies inferiores. Me refiero, claro está, a los banqueros, que mientras Mariano pide con voz solemne a los españoles que entendamos las "cosas", ellos reciban una nueva inyección de millones de euros para que puedan sanear sus balances, repartir dividendos entre sus cerebros y, si sobra algo, que no suele ocurrir, concedan algún crédito al populacho, eso sí, a un interés infinitamente superior al que ellos pagan por recibir esa millonada.
Y a mi me gustaría preguntarle a Mariano, qué hay que hacer para entender esas "cosas", porque me gustaría entenderlas. También me gustaría entender por qué ellos, los políticos, no reducen sensiblemente su sueldo, por qué los sectores más perjudicados por los recortes son aquellos que además de ser derechos constitucionales son imprescindibles en toda sociedad civilizada, derechos como la educación, la sanidad, la cultura, etc. Rajoy, desde su personal limbo, alimentado por la filosofía de la FAES y de su mentor Aznar, llama "cosas" a los derechos, y cree que los españoles somos lo que Aznar piensa que somos, o sea, gilipollas. Aquellos gilipollas a los que mintió cuando lo de la invasión a Irak, aquellos gilipollas que luego sufrieron en sus carnes el 11-M.
Aunque también es cierto, que el voto masivo dado a tan excelsos personajes en las últimas elecciones, justifica que estos ahora actúen como lo hacen, porque entienden que el populacho, pese a todas las mentiras sufridas en sus carnes, sigue postrándose a sus pies, esperando sus bendiciones.
Y ahora los "dioses" nos piden sacrificio, algo que también repercute en las carnes, y lo que es peor aún, en las mentes. Pero, eso sí, un sacrificio con resignación, esperanza y fe, virtudes estas que son la aportación de la Iglesia al programa que la FAES, Aznar y Rajoy quieren aplicar en su cortijo, perdón, en España.
Y ante tal desfachatez, es donde entra lo de "que huevos tienes, Mariano", porque me da que se lo cree, que se cree de verdad que los españoles vamos a arrodillarnos y a bajarnos los pantalones para uso y disfrute de aquellos integrantes de la Iglesia a quienes se les ha acabado el chollo de los niños.
Es el problema de ser tan conservador, que no se percibe que los tiempos cambian y que las nuevas generaciones no quieren otra dictadura.
Pero Mariano y los suyos están convencidos de que son los salvadores de la patria, por eso vuelven a verse por las calles los "grises" de Franco, el despotismo, el autoritarismo, la falta de respeto a la libre expresión de los que no pensamos igual, en fin, la vuelta al fascismo puro y duro.
Y Mariano nos lo quiere meter con buenas palabras, pidiéndonos colaboración, comprensión y esperanza. ¡Manda huevos!
Y lo peor, Mariano, es que da la impresión de que te lo crees, que estás tan confiado en el resultado de las urnas que te estás equivocando en su interpretación, y piensas que todo el monte es orégano. Y no lo es, comprobarás que no lo es.
La realidad es que las calles se empiezan a incendiar, pero no es por grupos incontrolados, sino por españoles que están hartos de ser utilizados, despreciados y engañados. Españoles que conocen sus derechos y no van a permitir que otros españoles aferrados a sus poltronas y creyéndose "dioses", hagan de España su particular campo de negocios y de uso indebido del poder.
No se puede mentir tan impunemente como lo habéis hecho vosotros en vuestras proclamas electorales.
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