Supongo, ahora supongo, que me niego a considerarlo, y que el hecho de no reconocer un fin sexual me libra de toda culpa; lo cual no deja de tener mérito.
Sea como sea, me complazco en seguirla, me excita la posibilidad de conocerla y hoy, cuando regresaba a casa, después de andar tras de Ella, por calles conocidas, iba pensando cual habría sido el detonante que ha despertado mi atención para fijarme en Ella, exclusivamente.
Esta mañana, Ella no era esa especie de enfermera de un inválido. La imagen asociada de la la silla de ruedas se volatilizó y la mujer de mediana edad, hermosa y atractiva, elegante y sencilla, era independiente y parecía libre, tanto como para imaginar que puedo soñarla. Incoherentemente seguiré buscando respuestas: su situación emocional, el origen de ese matrimonio, la justificación. Y los niños, quienes eran los niños que llevaba el otro día de la mano, ¿hijos? No, no lo creo. Parece deberse solo a que de vez en cuando El la deja sentirse libre, paseando por las calles.