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jueves, 10 de febrero de 2011

Mariela y el mal de amor VI

Alargo, sin pensar, la mano hacía la lata de cerveza que hace un rato saqué de la nevera y, a su lado, descubro una esquina del paquete de Camel . Me detengo en seco. Creo, ahora estoy seguro, que no voy a resistir mucho tiempo. Puede que, por no resistir, no resista ni los próximos tres segundos, y sin embargo no me muevo hacia el tabaco. Atrapo la lata y la aplasto entre los dedos. Por cierto, todavía está fresca. -¡Joder! No llevo ni media hora sin fumar y ya tengo mono. Mañana estaré insoportable y si mi fuerza de voluntad fuera lo suficientemente fuerte, pasado mañana sería adicto a los bocatas y a los caramelos de eucalipto. Engordaría y la mala leche acabaría con mi vida social.- Sigo cerrando el puño y el líquido desborda burbujeando sobre mi mano y mi antebrazo, mientras sopeso la otra opción; la del temido cáncer de pulmón. No hago nada por evitar que también gotee sobre los papeles que me pasó Julia.
Ramón Ventura, 1985

Ahora caigo en que ni los he mirado. Los tomo y ojeo la primera página mientras doy un buen trago que también sirve para empaparme el pecho de la camisa. Se trata de otra de sus entrevistas callejeras. Probablemente a un joven senegalés, ilustrador de camisetas o dibujante de tiras satíricas, que además es toxicómano y vive en la calle… La leeré luego, pero de todas maneras le diré que está muy bien, que la encuentro muy apropiada para ser publicada en su revista cultural online. Julia agradece mucho estos detalles de confianza y me da pie para pedirle luego que revise mis escritos. Ella es una crítica estricta y concienzuda; justo lo que necesita un tipo sin estilo literario y dejado, como yo. También creo que nunca le pediré que lea esto que estoy escribiendo hoy. No. Ni aun en el caso que algún día llegue a ser algo más que un esbozo. No, pero no por pudor, si no por que no quiero ser psicoanalizado por ella. Se que lo haría; a ratos libres, pero que lo haría de forma meticulosa y eficiente. Se que no estaría conforme con el enfoque, al que tildaría de machista, y que diferiría radicalmente de mis planteamientos, de mis puntos de vista y de mi proceder en el pasado. Pero sobre todo se que por no herirme, guardaría un prudente silencio al respecto de algunas facetas importantes de mi personalidad. Bueno; tal vez un prudente silencio provisional. Un silencio roto cualquier noche en que las copas le soltaran la lengua lo suficiente para dejar que se impusiera su sana objetividad. Ya la veo buscarme, ya la veo encontrarme y ponerme al día de sus conclusiones. Sin duda; lo que peor soporto de ella son los desasosiegos, verdaderos tormentos del alma, que puede provocar durante mis resacas.

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