Franco nunca tuvo oposición democrática, sólo de
totalitarios y terroristas, PCE y ETA. El PSOE y UGT estuvieron 35 años
de vacaciones y UCD era una amalgama de franquistas y oportunistas. Lo
primero que hicieron CCOO y la resucitada UGT fue asegurarse subvenciones de
lujo, exenciones de impuestos y todo tipo de chollos para vivir como
rajás -desde políticas de empleo de miles de millones a comisiones del 8% en
cientos de miles de ERE a costa del trabajador- con coches oficiales, viajes en
primera clase, VISA oro, mariscadas… algo casi inimaginable.
En plena crisis del petróleo, estos irresponsables empezaron
a promover huelgas para conseguir unas mejoras salariales imposibles -IPC+3
puntos-, un incremento de costes que arruinaría la productividad y
nos llevaría a una situación crítica, utilizando además todas las ventajas
laborales del sindicalismo de Franco, donde los trabajadores no podían ir a la
huelga pero tampoco podían ser despedidos.
Esto llevó a España al borde del colapso, lo que
hizo inevitable un Pacto de Estado. Se lo encargaron al mejor: Fuentes
Quintana. El 25 de octubre de 1977, después de meses de preparación,
presentó un paquete de medidas conocido como los Pactos de la Moncloa,
que tuvo un éxito notable. Sin embargo, las reformas estructurales, esenciales
para el crecimiento, chocaban con los intereses deshonestos de las oligarquías
financieras y monopolistas y fueron rechazadas. Fuentes dimitió por ello.
La etapa de Felipe González
El 28 de octubre de 1982, el PSOE arrasó en las elecciones
generales y la UCD desapareció para siempre. El responsable económico sería el
físico Miguel Boyer, para quien el resto de ministros eran, en el
mejor de los casos, unos indocumentados, por lo que los trataba con total
desprecio. “Usted cállese porque de esto no sabe nada”, le dijo a uno que osó
llevarle la contraria en un Consejo de Ministros. Sólo respetaba a Mariano
Rubio, el último gran gobernador del Banco de España.
Boyer evitó que González imitara la política de François
Mitterrand, que acabó en un desastre, pero sus medidas de recortes le
enfrentaron a muchos ministros y a Nicolás Redondo (UGT). Esto a
Boyer le importaba un pimiento, así que metió en cintura a la 'banda del
gasto', y puso en marcha un plan de ajuste de corte monetarista
diseñado por Mariano Rubio. Sin embargo, sus enfrentamientos con Alfonso
Guerra, a quien consideraba un seudointelectual sin maneras, le llevaron a
dimitir.
La parte negativa de Boyer fue la adjudicación de los
monopolios de petróleo y gas a dedo a las élites depredadoras y por la décima
parte del valor de sus activos. Boyer convirtió los monopolios
públicos con precios administrados en monopolios privados con precios
libres. Fue el gran héroe de la oligarquía.
En esta etapa se produjo la mayor canallada del socialismo:
la destrucción de la enseñanza pública. Los responsables, queden
sus nombres para conocimiento y desprecio por las generaciones futuras, fueron: José
María Maravall, Javier Solana y Alfredo Pérez
Rubalcaba. Estos desalmados comenzaron por expulsar a los mejores
catedráticos y profesores de las universidades españolas con la llamada ley de
incompatibilidades. Los mejores catedráticos de España, que lógicamente
trabajaban también en el mundo real -cirujanos, economistas, abogados,
ingenieros-, tuvieron que marcharse.
![]() |
J. María Maravall |
Simultáneamente, anularon las oposiciones como método de
acceso a las cátedras, y las sustituyeron por el dedo y la militancia de
izquierdas, además de reprimir a todas las profesiones de la excelencia:
notarios, abogados y economistas del Estado, entre otras. ¡Fuera toda aristocracia
profesional!, ¡mueran las élites intelectuales! Estos desalmados borraron
el conocimiento de todas las esferas del saber, no tienen perdón. El daño es
irreparable: a día de hoy, el 85% de los profesores no tienen los conocimientos
para impartir las materias a su cargo.
Entre las 200 mejores universidades del mundo no hay ni una
sola española y sólo 10 entre las 500 mejores. Sembraron por doquier
universidades públicas con niveles culturales irrisorios. Hoy existen 50
y sobran unas 30; sería más barato cerrarlas y pagar las carreras a los alumnos
en Harvard que mantenerlas abiertas. La canallada para las clases menos
favorecidas ha sido brutal: la enseñanza pública ha dejado de ser el ascensor
social y cultural que fue en el pasado.
Boyer fue sustituido por Carlos Solchaga, el
apóstol del pelotazo, que desarrolló una política económica típicamente
socialista: gasto sin control. Pronto explicó a quien quiso
escucharle esta cultura del pelotazo: lo importante era enriquecerse con
rapidez, la superioridad de la especulación y el nepotismo sobre el
trabajo bien hecho. Los hechos los he explicado en detalle en otro lugar
(1), este es el resumen.
Moratoria nuclear: se desmantelaron cuatro grandes
centrales casi terminadas y se paralizaron seis a punto de empezar a ser
construidas. Resultado: la electricidad vale hoy el doble que en Europa. Reconversión
industrial: no hubo reconversión, sino desmantelamiento. Industrias
que podían haber sobrevivido perfectamente con las inversiones adecuadas, como
la naval, la siderúrgica o la textil, que crecían espectacularmente en el resto
del mundo, fueron desmanteladas. La entrada en la UE: las prisas de
González fueron letales, nadie en toda la historia de UE pagaría tal precio. La
cabaña lechera sería drásticamente reducida a favor de Francia; la flota
pesquera, la mayor de Europa y la tercera del mundo, quedó casi desmantelada.
Eximirían del pago de impuestos a las grandes fortunas a través de las
sicav (sociedades de inversión). El AVE a Sevilla: una ruina
total. Los ingresos de los AVE no cubren siquiera los costes variables.
Solchaga fue sustituido por Pedro Solbes en
1993 y con él todo iría mucho peor. La situación económica al final de la etapa
de Felipe González era realmente penosa. El paro ascendía al 23%, el déficit
público al 6,7% del PIB y la deuda al 70%, los valores más altos de nuestra
historia. Y como guinda del pastel, la Seguridad Social estaba en quiebra y los
intereses al 20%: el socialismo volvía a batir récords de ruina para España.
Al final, González perdió las elecciones por el desastre económico. Los GAL y
FILESA apena restarían votos. Era la hora de Aznar.
La etapa de Aznar
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Enrique Fuentes Quintana |
José María Aznar era una persona rendida ante los
hombres de poder, Franco, Fraga, Bush… Humilde ante el superior y
despectivo ante el inferior. A un líder lo siguen personas competentes, a un
jefe lo obedecen los trepadores: sus dos lugartenientes, Rodrigo Rato y Mariano
Rajoy, dos trepas profesionales incapaces de gestionar una mercería, son
buena prueba. Todos sus esfuerzos se centraron en entrar en el club de los
ricos, la zona euro, sin pararse a sopesar los pros y los contras de tan
trascendental decisión. Y si la moneda única podía ser una bendición para
países con gobiernos sensatos, era un desastre para países con gobiernos
insensatos. Fue nuestro caso. A día de hoy, el euro ha sido un desastre
para España por la incompetente e irresponsable utilización de las
ventajas derivadas del mismo.
El 'éxito' económico fue una gigantesca farsa.
Aznar conseguiría, a través de los fondos de la UE, 50.000 millones de euros en
su mandato, que se despilfarraron en mantener a vagos y caraduras a través del
PER -subsidios agrarios- y del gasto en infraestructuras innecesarias. La venta
de las grandes empresas públicas a precio de saldo a los oligarcas supuso
40.000 millones más. La reforma fiscal y el recorte de gasto fueron idea de Enrique Fuentes
Quintana, que convenció a Aznar, y fueron implementados por el profesor José
Barea, que dependía sólo del presidente. Fuentes ni siquiera se reunió con
Rato, al que despreciaba. El caso Rato fue un blufde principio a
fin: nombrado presidente del Fondo Monetario Internacional gracias
a la amistad de Aznar con George W. Bush, al que acabaron echando, algo insólito
en los anales del FMI. Su gestión en Bankia fue tan desastrosa
que está procesado por ella, pero los oligarcas a los que ayudó le han buscado un
retiro de oro.
Aparte del dinero de la UE y el ‘regalo’ de las joyas de la
corona, el crecimiento económico de Aznar fue un engaño: se debió,
esencialmente, al endeudamiento masivo y disparatado de familias, empresas
y bancos, facilitado por nuestra entrada en el euro. En su mandato y a
precios constantes, el PIB se incrementó en 340.000 millones de euros, pero la
deuda privada lo hizo en 710.000. Se nos vendió una escandalosa pérdida neta
como un triunfal éxito de Aznar. Una deuda que no sirvió para mejorar la
industria nacional y la productividad, sino a la especulación y a la burbuja y
a la discutible expansión internacional de las grandes empresas. Y hay que
sumarle la ley de las renovables, que permitió pelotazos increíbles, y la
escandalosa concesión de licencias UMTS de telecomunicaciones por 85.000
millones de pesetas a sus amigos, frente a los 2-3 billones que ingresaron los
gobiernos del resto de Europa.
Si el crecimiento fue un engaño, su política interna fue un
desastre sin paliativos. En lugar de dar marcha atrás, intensificó las
transferencias de educación a las comunidades autónomas. Un paso de gigante en
la desvertebración de España. Transfirió la sanidad, eliminando las ventajas
de las economías de escala y elevando los gastos de gestión y
administrativos. Parientes y amigos entraron en el negocio a millares: los
servicios no médicos tienen hoy diez veces más personal del necesario. El
gasto sanitario pasó de 38.000 millones en 2002 a 95.000 en 2011. Un
despilfarro anual de 40.000 millones, en euros y población constantes. ¡Y no
hay dinero para las pensiones!
Aznar fue el gran presidente de los separatistas, en contra
del mito que afirma lo contrario. Les cedió las competencias de tráfico,
justicia, educación, cultura, empleo, puertos, etc. Eliminó la figura del
gobernador civil, que fue sustituida por un subdelegado casi sin competencias,
y defenestró a Alejo Vidal-Quadras a petición de Jordi
Pujol. El PP catalán se hundiría para siempre. Y fue peor que aceptara la
Ley de Política Lingüística, que discriminaba gravemente a los
hispano-hablantes, impidió el recurso al Constitucional y prohibió al Defensor
del Pueblo que hiciera nada. Esto ya no fue un desastre, sino un impulso
decisivo a la sedición.
La etapa Zapatero
Un atentado nunca explicado llevó a José Luis
Rodríguez Zapatero, un bobo solemne, a la Presidencia en 2004. Zapatero
sería una auténtica plaga bíblica que generaría la mayor crisis
económica, política, moral e institucional de la historia de España.
Zapatero se rodeó de un equipo ministerial que parecía sacado de una
escombrera, un auténtico insulto a los españoles: nos excluyó del mundo
civilizado. Con Zapatero se cumplió la famosa Ley de Murphy: “Todo lo que puede
ir mal, irá”.
Zapatero jamás supo, y Solbes tampoco, por qué la economía
crecía y menos aún por qué se hundía. El SOS de los inspectores del Banco de
España en 2006, pidiendo que se acabara con los préstamos bancarios
indiscriminados que nos iban a llevar a la ruina, fue directamente a la
papelera. El desastre Zapatero superó ampliamente al de Aznar. En euros
constantes, el PIB creció en 270.000 millones durante su mandato, pero el
endeudamiento privado se incrementó en 1,02 billones, y para acabar de
arreglarlo, la deuda pública se disparó en 400.000 millones. Para crear un
punto de PIB nos endeudaron en cinco, ¡realmente de traca!
En 2007 negaron la existencia de una burbuja
inmobiliaria e incitaron a la gente a endeudarse, “porque cuanto más
se endeuden, más ricos serán” y negaron que la crisis financiera mundial nos
afectara. En 2008 manipularon las cifras de crecimiento para ganar las
elecciones. Negaron la crisis una y otra vez: “España juega en la Champions
League” dijeron; permitieron a bancos y cajas falsear los balances con la ayuda
del BdE. Al final llevaron a tres millones de personas al paro, destruyeron el
sistema de cajas de ahorro y permitieron los mayores robos y latrocinios de la
historia de España. Este indigente mental negaría la existencia de España como
nación y, ya el colmo, aprobaría el Estatut de Cataluña, votado sólo por un 30%
de catalanes, que convertía al resto de España en una colonia. Zapatero fue el
jefe de la quinta columna del separatismo vasco y catalán en Madrid.
Roberto Centeno
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