Pero su presencia era ya una tortura. Todo en ella me asqueaba. Las bolsas de sus ojos, su incesante repetirme que me quería, que no podía vivir sin mí, su columna vertebral, cada vez más descarnada, las clavículas prominentes que se empeñaban en abultar más que los senos, su cuerpo de mujer madura, su olor agrio a hembra mal lavada. Era peor que sentirse perseguido. A veces me sentía incapaz… cerraba los ojos y pensaba. "
"La gangrena" (fragmento)
Imagen. Ramón Ventura
4 comentarios:
Jo, vale más no pensar. Hasta a mí me asquea. suele haber mujeres (y hombres ) de esa clase y una se pregunta cómo su cónyuge puede soportarlo.
Muy amargo pero muy real.
Como la vida misma :)
Gracias aina
diosito... que tembladera.
Joder Felipe; que tragaderas...
Salud
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