Ramón Ventura "El espíritu de la trama" |
Se de sobra que Lorenzo nunca fue mentiroso y eso me inquieta; primero por que daba por hecho que a esta hora ya había escampado, pero sobre todo por que no había reparado en que no tengo un impermeable para ponerme en una tarde como esta y tampoco en que perdí el paraguas hace semanas.
A veces mi dejadez es tal que me asusta, y cuando me asusto sigo recurriendo, igual que me enseñaron de niño, al propósito de enmienda como freno a todo mal. Claro que, a mi edad, el propósito ya no tiene la firmeza de antaño; ya averigüé, por ejemplo, que aunque me sigue funcionando muy bien, sólo es un placebo. Así que creo que nunca podré romper el círculo y a veces, apesadumbrado, me imagino condenado a vivir en la frontera misma de la marginación sin hacer nada por evitarla. Decía mi madre que no servía para vivir sólo y me rogaba, muchas veces, que buscara una buena chica y que fuera feliz. A fe que muchas veces lo pensé y algunas lo intenté, pero, por lo que se ve, nunca con suficiente afán de renuncia. Según Marta, el problema es que me obsesiono con cuestiones nimias, que acaparan todo mi tiempo y mi interés, y no atiendo jamás a lo importante, ni aun a lo más elemental. Lo que yo creo es que mi madre me quería como quiere una madre aunque a Marta no le falta su parte de razón práctica. Para Lorenzo y para Adri, conocedores del consejo materno, Marta es la buena chica que ordenaría mi vida y además, aseguran, estaría encantada de hacerme feliz. Pero yo, ante esto, mantengo dudas razonables y cada vez que lo considero, me asusto y como es de esperar, sólo acierto a incidir en mi recurrente propósito de enmienda. Luego me doy cuenta que me he vuelto a obsesionar con cuestiones nimias y, gracias a Dios, durante unos días, consigo volver a ser despreocupadamente feliz.
A veces mi dejadez es tal que me asusta, y cuando me asusto sigo recurriendo, igual que me enseñaron de niño, al propósito de enmienda como freno a todo mal. Claro que, a mi edad, el propósito ya no tiene la firmeza de antaño; ya averigüé, por ejemplo, que aunque me sigue funcionando muy bien, sólo es un placebo. Así que creo que nunca podré romper el círculo y a veces, apesadumbrado, me imagino condenado a vivir en la frontera misma de la marginación sin hacer nada por evitarla. Decía mi madre que no servía para vivir sólo y me rogaba, muchas veces, que buscara una buena chica y que fuera feliz. A fe que muchas veces lo pensé y algunas lo intenté, pero, por lo que se ve, nunca con suficiente afán de renuncia. Según Marta, el problema es que me obsesiono con cuestiones nimias, que acaparan todo mi tiempo y mi interés, y no atiendo jamás a lo importante, ni aun a lo más elemental. Lo que yo creo es que mi madre me quería como quiere una madre aunque a Marta no le falta su parte de razón práctica. Para Lorenzo y para Adri, conocedores del consejo materno, Marta es la buena chica que ordenaría mi vida y además, aseguran, estaría encantada de hacerme feliz. Pero yo, ante esto, mantengo dudas razonables y cada vez que lo considero, me asusto y como es de esperar, sólo acierto a incidir en mi recurrente propósito de enmienda. Luego me doy cuenta que me he vuelto a obsesionar con cuestiones nimias y, gracias a Dios, durante unos días, consigo volver a ser despreocupadamente feliz.
2 comentarios:
Que buenas descripciones! Me gustó leerlo. Con algunas cosas me identifico pero al margen de eso el relato me resultó muy interesante.Saludos
Me alegra que te guste, Sue
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