No es verdad. Hablar de ideas, sobre todo de las ideas que nacen de la propia y sincera percepción del mundo, no es, ni puede ser nunca ofender a nadie. Equivocadas una veces y otras no, no deja de se ser un ejercicio intelectual que todos deberíamos considerar obligatorio e imprescindible antes de llamarnos a nosotros mismos ciudadanos de pleno derecho o aun auténticos creyentes.
En todo caso, estoy convencida que quien en el siglo XXI e inmerso en una sociedad democrática, aun niega el derecho ajeno a opinar sobre lo opinable y quiere hacer valer su derecho a la ofensa individual y colectiva, más precioso que las opiniones de terceros sobre cuestiones que en fondo no son mas que cuestiones públicas y sumamente opinables; debería plantearse algunas cosas importantes sobre su persona y su verdadero papel en la sociedad.
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