Un día, de repente, te das cuenta de que tus proyectos no se ajustan con las estaciones. De que son sólo eso: proyectos desajustados. Descubres el placer de remover la tierra con las manos
desnudas, y de plantar tomates en invierno… si no hubiera un tiempo para tomates. Y de que eres feliz a pesar que siempre te creiste desgraciado.
Un día, de repente, te plantas en el huerto a ver pasar las
intenciones, a disfrutar ejerciendo de vegetal. Y gozas mientras esperas con deseo
la tarde. Sabes que un cumplido es un acabado perfecto y que el sol de
otoño no te ciega la vista aunque lo mires de frente.
Imagen: Damián (Avenida del Primer Viernes de Mayo)